dijous, 28 d’abril del 2011

Biografia Agustín Rueda (Sallent)

EL ULTIMO VAGÓN

Mil novecientos setenta y ocho
mes de marzo en cualquier lao
pudo amanacer gris

Correrá a coger el ultimo vagón
Correrá a coger el ultimo vagón

La violencia anduvo vestida de uniforme
en una celda de carabanchel
desayuno demasiado temprano quiso dejar claro
quien es quien,quien es quien, quien es quien
y la justicia cada vez mas vieja papeles perdidos
en alguna mesa un simple error de imprudencia rueda rueda en la rueda

Correra a coger el ultimo vagon
Correra a coger el ultimo vagon
vivira en el ultimo vagon
vivira en el ultimo vagon

saben tapar bocas pasando la guadaña de manera lenta y cruel
nunca sabra nadie la angustia de esas horas
antes de coger el ultimo vagon,el ultimo vagon,el ultimo vagon
y la justicia cada vez mas vieja papeles perdidos
en alguna mesa un simple error de imprudencia rueda rueda en la rueda


Imagen

Citar:
CONCLUSIONES Y CALIFICACIÓN DE LOS HECHOS DE LA ACUSACIÓN PARTICULAR (Resumen)

Los representantes jurídicos de MARÍA RUEDA SIERRA, hermana de AGUSTÍN, comparecen en la causa sumario N.º 21 de 1978, incoada por el Juzgado de Instrucción N.º 2 de Madrid, con las siguientes conclusiones:

I

En la mañana del día 13 de Marzo de 1978, tras haber sido informado del descubrimiento de un supuesto túnel en la séptima galería, el procesado EDUARDO JOSÉ CARLOS RUEDA, por entonces director del Centro Penitenciario de Carabanchel, acordóse iniciara una investigación sobre el mismo, y tras un primer reconocimiento de su emplazamiento, que llevó a cabo junto a otros funcionarios, se trasladó al interior de la prisión, instalándose en el despacho de la Jefatura de Servicios.
Allí fueron conducidos varios internos considerados como sospechosos (sin que conste el fundamento de tales sospechas pues ninguno fue sorprendido en el mencionado túnel) a los que se sometió a un breve pero violento primer interrogatorio en presencia de un número no determinado de funcionarios, por el citado Director así como por parte del Subdirector del Centro ANTONIO RUBIO VÁZQUEZ, también procesado en esta causa y de los Jefes de Servicios ILDEFONSO LUIS DE ROBLES RIEZU y SANTIAGO GARCÍA ALONSO el primero de los cuales fue procesado, falleciendo durante la tramitación de la causa.

Tras estos primeros interrogatorios durante los que algunos de los presos fueron golpeados por los procesados citados y entre ellos AGUSTÍN RUEDA SIERRA, el Director del Centro, que no consideró satisfactorio el resultado obtenido, dio las instrucciones precisas para continuarlos de forma más efectiva y en otro lugar del Centro, dejando el asunto en manos del Subdirector Rubio, quien personalmente y por medio del Jefe de Servicios Lirón, dirigió desde entonces los interrogatorios y torturas que tuvieron lugar a continuación en los sótanos de la Cárcel (lugar conocido cómo "perra chica" y celdas de condenados a muerte).
Allí fueron conducidos tanto los reclusos ya interrogados anteriormente en Jefatura de Servicios como otros muchos (alguno de los cuales no ha sido identificado). Todos ellos llamados sucesivamente a lo largo de la mañana por medio del sistema de megafonía del Centro.

Así, bajo las ordenes de los citados mandos y provistos algunos de ellos de las defensas de goma, los procesados JULIÁN MARCOS MÍNGUEZ MARTÍN-LUENGO, HERMENEGILDO PÉREZ BOLAÑOS, NEMESIO LÓPEZ TAPIA, ALBERTO DE LARA MARTÍNEZ DE PLASENCIA, JOSÉ LUIS RUFO SALAMANCA HERRERO, JOSÉ JAVIER FLORES RAMOS, JOSÉ LUIS ESTEBAN CARCEDO, ALFREDO LUIS MALLO DÍAZ y ANDRÉS BENÍTEZ ORTIZ, todos ellos funcionarios de Prisiones de la plantilla de Carabanchel, fueron conduciendo uno a uno a los reclusos JOSE LUIS DE LA VEGA GARCÍA, PEDRO GARCÍA PEÑA, AGUSTÍN RUEDA SIERRA, MIGUEL ÁNGEL MELERO ULIBARRI, FELIPE ROMERO TEJEDOR, JORGE GONZÁLEZ SÁNCHEZ, JUAN ANTONIO GÁMEZ TOVAR y ALFREDO CASAL ORTEGA, así como otros que no han sido identificados, a los sótanos citados, donde fueron objeto de violencias de todo tipo mientras eran interrogados siendo golpeados con las porras o defensas de goma así como con los puños, pies y otros instrumentos, incluso metálicos. Estos malos tratos, en los que participaron directamente TODOS los procesados, así como el Subdirector y Jefe de Servicios citados, tenían el objeto de recabar información sobre el túnel motivándose igualmente y aumentando su dureza ante el silencio de las víctimas como represalia a tal actitud, produciéndoseles lesiones de distinta entidad.

Especial intensidad tuvieron los golpes recibidos por AGUSTÍN RUEDA SIERRA, militante libertario que se negó a dar las respuestas que deseaban los funcionarios procesados, por lo que fue objeto de una paliza prolongada y técnica, generalizada por todo el cuerpo y que le ocasionó gravísimas lesiones que determinarían su muerte al no ser debidamente atendido por los médicos de la Prisión. Tal agresión colectiva y fría no fue en absoluto motivada por una supuesta actitud agresiva de la víctima, quien tampoco tuvo oportunidad de defenderse dado el número de funcionarios agresores y los medios del ataque utilizados por los mismos, quienes por otra parte actuaron con conocimiento de la gravedad de las lesiones que causaban y con plena voluntad de producirlas.
Tanto el Director del Centro que ordenó todo lo anterior, como quienes dirigieron las torturas y las efectuaron, teniendo en cuenta los medios empleados eran plenamente conscientes de la posibilidad de llegar a producir la muerte (aun cuando no conste acreditada la intención de matar).

Cuando terminaron de torturarle y siendo aproximadamente las 11 de la mañana AGUSTÍN RUEDA SIERRA fue introducido por algunos de los funcionarios procesados en una de las celdas conocidas como "de los condenados a muerte" donde permaneció en condiciones muy precarias hasta las 11 de la noche aproximadamente, en que fue trasladado a la enfermería (en una camilla ya que no podía moverse por sí mismo) ante el estado lamentable que presentaba y por orden del Jefe de Servicios.
Los Médicos del Centro procesados, JOSE LUIS CASAS GARCÍA y JOSÉ MARÍA BARIGOW PÉREZ, visitaron al herido en dos ocasiones, sobre las 14,30 y 16,30 horas aproximadamente y a pesar de que constataron el grave estado en que se encontraba y comprobando por medio de una aguja la insensibilidad de alguna parte de su cuerpo así como los múltiples traumatismos que presentaba y la entidad de los mismos (con evidente peligro de shock traumático), se limitaron a darle unos supositorios, reprochándole su participación en el túnel.

Dichos procesados, conocedores del origen de las lesiones y a pesar de todo lo anterior, no adoptaron las medidas necesarias para intentar salvar la vida de AGUSTÍN RUEDA SIERRA con el fin de evitar que se descubrieran los hechos, no redactando tan siquiera un parte (lo que hicieron al día siguiente falsificando la fecha) ni se aseguraron de la asistencia técnica necesaria en las horas siguientes, abandonando la prisión según su horario habitual. La conducta de estos médicos se considera también causa del fallecimiento que se produjo en la enfermería del Centro en hora no determinada pero anterior a las 8,15 del día siguiente, en que se condujo el cuerpo de Agustín al Hospital, que se encuentra en el mismo complejo Penitenciario donde quedó depositado por ingresar ya cadáver.

A esa hora tuvo conocimiento del hecho el procesado CANTOS RUEDA, que recibió la noticia de boca del Jefe de Servicios LIRÓN inmediatamente, pues habitaba en un pabellón del mismo Centro. En lugar de ponerlo en conocimiento del Juzgado de Instrucción de Guardia, emplea la mañana para mantener diversas reuniones con funcionarios y médicos implicados, preparando entre todos, la oportuna coartada de cara a una posible investigación Judicial y Administrativa , confeccionando los partes escritos y documentos que les respaldasen. De esta forma los procesados acordaron declarar, como hicieron, que habían sido víctimas de la agresión de AGUSTÍN RUEDA con un cuchillo, por lo que hubieron de defenderse, cayendo el recluso por unas escaleras. Sólo poco antes de mediodía y una vez pudo ultimar detalles con los doctores procesados , a los que tardó en localizar, el Director de la Prisión telefoneó al Juzgado de Guardia, que procedió al levantamiento del cadáver, ordenándose la práctica de la autopsia.

Ese mismo día, varios Letrados del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, presentan ante el Juzgado de Guardia escritos denunciando los hechos, de los que habían tenido conocimiento por distintos internos a los que habían visitado.
II
Los anteriores hechos son constitutivos de un delito de asesinato previsto y penado en el artículo 406 del Código Penal.

BIO DE AGUSTIN RUEDA

Nació el 14 de noviembre de 1952 en una barraca de la Colonia de Sallent, pueblo minero con importante porcentaje de inmigrantes. Madre tejedora y padre minero que, con el drama de la miseria habitual de la época, no conseguirán algo semejante a un piso hasta el año 1956, "concedido" por la empresa. Esta Colonia donde nace será objeto de reflexión constante a lo largo de su vida; su pensamiento remitió a ella en todo momento. Acude a la escuela -otro hito- hasta el 8 de junio de 1966 en que finalizados los estudios primarios topa con su condición de hombre pobre: ha de conseguir trabajo. Cuatro años de aprendiz de matricero en una empresa auxiliar del automóvil a ocho kilómetros de la colonia.
Es fácil adivinar los componentes del cuadro que le llevan a tener ya en esos momentos una conciencia inicial de explotado.
Su respuesta, sin embargo, no es encuadrarse en un partido. No se politiza por un ansia abstracta de libertad, por el Vietnam o por el mayo del 68. Lo inmediato le oprime y le impacta; así pues, luchará en el terreno inmediato.

Tratando de vencer la apatía tradicional -el ciclo explotación-miseria-ocio brutalizado hasta la inevitable enfermedad o despido- intenta dinamizar el barrio. Crea un club juvenil, consigue proyecciones, conferencias, recitales de cantaores... Apasionado del fútbol (carece del esnob desprecio hacia el deporte tópico entre jóvenes que se sueñan distintos) consigue crear un equipo al que también siempre volverá en el recuerdo. Tiene 18 años.


EL ACOSO

El aprendizaje parece haber sido en varios sentidos. En abril de 1971 deja la fábrica y, luego de dos trabajos cortos como montador en una mina y en una fábrica de tejidos, logra trabajo en Sallent. En febrero del 72 se produce la huelga y encierro de los mineros de Balsareny y Sallent, Agustín se vuelca: asambleas informativas, manifestaciones, grupos de ayuda...Llega a reunir a los comités en su casa a falta de lugar mejor. Consecuencia lógica: en septiembre es expulsado del trabajo. Los caciquillos industriales de la comarca ven en él a un enemigo.
Continúa sin embargo ligado al lugar. El 17 de noviembre, en el cruce de la salida de la Colonia con la carretera, muere atropellada la madre de un compañero. Otra consecuencia más de la explotación y la miseria de las condiciones de vida de la Colonia. En la manifestación subsiguiente, es detenido, buscado expresamente en su casa por la policía. Ingresa en la cárcel Modelo, de donde saldrá en febrero del 73. Es el fin de una época. Agustín comienza a exigirse a sí mismo. Vuelve a Sallent, pero para las autoridades y la escasa gente de orden se ha convertido en la bestia parda. No le dan trabajo. Lo consigue esporádicamente, como albañil o como temporero en vendimias y recogidas de fruta. La vida le arrincona. Su madre se queda ciega. El club juvenil -fundamental como dinamizador- es cerrado por la empresa y la guardia civil con la típica excusa banal: les acusan de robar unas cajetillas de tabaco. La tensa situación se rompe con la llamada a filas.

El 9 de mayo de 1974 se incorpora a Infantería de Marina en Cartagena. Luego, Ferrol, el 26 de junio. El 17 muere su padre, tuberculoso, debilitado por la miseria. Hay pocas noticias de su mili. Escribe poco a Sallent y sólo acude para los funerales de su padre y de su madre, fallecida el 31 de diciembre de 1974. Se queda sin casa. Se licencia el 28 de octubre del 75 y reaparece en la Colonia.

LA AVENTURA CONSECUENTE

A su vuelta continúa el acoso. No hay ningún trabajo para él, pero su presencia dinamiza al grupo joven del barrio. No olvida la importancia de la diversión y organiza un torneo de fútbol, afición de toda su vida. En abril del 76 pasa por primera vez a Francia para ayudar a un desertor de la Colonia.

El 14 llega su primera carta. Ha tomado contacto con los exiliados de Perpiñán y vive encima de la Librería Española. Al poco tiempo una bomba vuela la librería y destroza la casa. Trata por todos los medios de llevar una vida propia, independiente de la política y de la existencia viciada del pequeño círculo de exiliados. Recoge fruta en Ceret y trabaja en el campo de Cornellá de la Rivière durante varios meses.
En octubre llega clandestinamente a Barcelona. Pasa libros y panfletos libertarios. Vuelve a Francia con desertores para retornar en noviembre a la Colonia. Necesita Sallent pero las autoridades le rechazan. Otra vez el acoso. No quiere ser una carga para su hermana y duerme en el piso que la empresa, dueña de todo, ha concedido graciosamente a un grupo musical para sus ensayos. Enterada la dirección, clausura el piso. Va a vivir a una masía abandonada próxima a la Colonia. Por supuesto, no tiene trabajo. Hay que escapar al acoso.
Ya con pasaporte, en febrero de 1977, sábado, a las 6 de la mañana es detenido en la frontera, en tierra española. Excesiva buena fe y un claro chivatazo.

ULTIMA CONSECUENCIA: CARCEL

Pasa tres días en la comisaría de Layetana de donde le llevarán a Figueras, a restablecerse de la paliza. A fines de mes pasa a la cárcel de Gerona. Entra en contacto con COPEL (Coordinadora de Presos En Lucha) y se convierte en miembro activo, tratando de hacer tomar conciencia en el interior y de coordinar las actividades en el exterior, siguiendo la línea de la COPEL que tanta hostilidad y silencio ha tenido en la prensa y en los bienpensantes partidos.

Los abogados Vidal y M. Seguí parece que se encargarán de su caso. Sólo el primero le vio una vez y al principio. Como consecuencia de su trabajo en COPEL, es trasladado el 1 de enero del 78 a la prisión de Carabanchel. Sus abogados, en principio ni se enteran. Hay un sospechoso silencio administrativo y un notable desconcierto. El comité Propresos de Madrid indaga en Carabanchel y recibe el "aquí no está" por respuesta. Son meses duros en COPEL y Agustín tiene abogado de oficio.
El 2 de marzo el Comité de Solidaridad de Sallent se traslada a Madrid y contacta con Anabela Siolva, a quien encarga la defensa del caso. Para entonces el caso ya es otro. Es la cárcel en España. Conocedor de las razones y de las consecuencias de la miseria, Agustín Rueda no distinguió entre políticos y comunes, y se entregó de lleno a COPEL. Por ello nunca llegó a ver al juez. Tuvo otros jueces; sus mismos verdugos. Murió el 14 de marzo, a las 7:30, debido a un "shock traumático" como hizo constar el doctor Gregorio Arroyo. Nadie le vio después de la brutal paliza. Trasladado el cadáver a Sallent fue enterrado sin permiso, incluso sin el de Sanidad. Había que evitar escándalos. El director de la cárcel y diez funcionarios fueron procesados, pero a ellos no les juzgarán sus carceleros ni sus encarcelados. Ellos están en un país de "derecho".

REFLEXIONES sobre el TERRORISMO DE ESTADO

Agustín Rueda, allá por el año 1977, residía en Francia, donde trabajaba y disfrutaba de su juvenil ímpetu, practicando deportes y excursiones en los aires sanos del Pirineo francés, al tiempo que sus sentimientos libertarios bullían en su corazón empujándole a la realización de gestas anarquistas.
Su inquietud juvenil le lleva a la creación de un grupo que ha de realizar acciones en la España de la llamada transición. Para ello dicho grupo, decide introducir en el país, artefactos explosivos para acciones posteriores.

En dicho grupo se ha infiltrado el sujeto ANTONIO SOLER, confidente y provocador policial que ya tenía en su activo hechos realizados por mandato de los Servicios Especiales de la Guardia Civil.
El grupo decide pasar la frontera con un cargamento a través de los Pirineos catalanes, siendo sorprendidos por la Guardia Civil y detenidos Agustín Rueda y otro compañero, al confidente se le deja escapar y llegar a Francia.

Es de señalar que el citado confidente había colocado anteriormente una bomba en un mitin que iban a celebrar los comunistas españoles en Francia en el cual debía tomar parte Santiago Carrillo y que hubo de ser suspendido por la explosión de dicha bomba. Éste acto debía celebrarse en la ciudad francesa de Argeles en recuerdo de los españoles que habían sido internados en los campos de concentración montados por el Frente Popular francés a su llegada a Francia después de la perdida de Cataluña en el año 1939.

Otra de las operaciones de este sujeto consistió en facilitar las armas para la operación de asalto al Banco Central de Barcelona de tal suerte que todos los que toman parte en el "atraco" cayeron en manos de la Guardia Civil.

Saturado de acciones encomendadas por la "Benemérita" regresa a Francia y es reclamado desde España, para responder de todas sus acciones. Los buenos servicios del Ministro del Interior MARTÍN VILLA ya no lo necesitan y necesitan ponerle a la sombra
Al verse reclamado por la policía española, escribe una carta a los medios de comunicación españoles donde se descubre cómo miembro de los Servicios secretos franceses y de la masonería.
No se había cumplido aún el primer año desde las primeras elecciones generales.

El país después de tanto tiempo de silencio, era una convulsión permanente motivada por las ganas de un cambio real (y no la mascarada reformista montada en esas fechas) de una gran parte de la población.

Eran tiempos de ilusión y efervescencia revolucionaria llenando el aire de huelgas, manifestaciones, reuniones, acciones... dando la sensación de que el cambio se podía casi tocar con los dedos de las manos.
Las luchas contra las prisiones y por la Amnistía se suceden tanto fuera como dentro de la cárcel donde los presos sociales se habían organizado en la Coordinadora De Presos En Lucha, consiguiendo una gran solidaridad y convirtiendo las cárceles en un terreno de lucha más donde la dignidad y la actividad conseguían acorralar la miseria moral a la que se quería someter a los presos comunes.

El anarquismo después de años de persecución y derrotas volvía a estar presente en la realidad del país, siendo por medio de la CNT y los incontables colectivos que existían una fuerza poderosa que aglutinaba a cientos de miles de personas.

Esta situación, intolerable para el poder, es lo que determina diferentes estrategias delictivas que parten del Ministerio del Interior (con Martín Villa a la cabeza), de los Servicios Secretos y de la legitimación de la prensa y la clase política. Donde el asesinato, la difamación, el Terrorismo de Estado y cualquier sucio método a su alcance son utilizados sistemáticamente durante años hasta conseguir reducir al movimiento anarquista a su mínima expresión.

Sólo desde esta óptica es como se deben ver el asesinato de Agustín Rueda o el caso Scala.

MARTÍN VILLA (EL ELEMENTO SIEMPRE PRESENTE)

Martín Villa es un personaje siniestro que siempre encontraremos ligado al terrorismo de estado anti-anarquista.
Este Leonés nacido en 1934 es curiosamente pariente de libertarios.
Desempeña el cargo de Ministro del Interior con la UCD y aunque se baraja la entrada en el gobierno del PP, repitiendo jugada, al final se convierte en Presidente de Endesa por nombramiento directo del Gobierno Aznar, en pago a los servicios prestados.

Hoy, después de dejar la Presidencia de Endesa España, sigue siendo presidente de Endesa Italia, consejero de Endesa Chile (desde donde se persigue y asesina a los indígenas que defienden sus tierras oponiéndose a los planes de esta empresa) y presidente de la Fundación Endesa.
Como decíamos en otra canción "La carne anarquista se paga a buen precio".

A la memoria de Agustín Rueda y de todas las personas luchadoras asesinadas en las cárceles.
 
AGUSTÍN RUEDA
Para que su recuerdo siempre nos acompañe

Alfredo Casal Ortega, ARMIARMA

El martes 13 de marzo de 1978 será una fecha que quedará grabada para siempre en mi memoria y me gustaría pensar que también lo será para muchas personas amantes de la libertad.
Durante aquellos años, llamados de “transición democrática”, que siguieron tras la muerte del dictador Franco, en las cárceles se vivían momentos de luchas por conseguir cambios en un sistema penitenciario represor, en el que sistemáticamente se violaban los más elementales derechos fundamentales. Los motines, las huelgas de hambre, los cortes de venas, el tragarse objetos y demás formas de protesta. fueron el pan de cada día desde el año 1976 hasta el 1979.
Fue en ese período cuando detuvieron en Cataluña a Agustín Rueda Sierra, al que se le acusaba de haber pasado unos explosivos por la frontera franco-española. Se le trasladó a la prisión madrileña de Carabanchel.
Era un ANARQUISTA de profundas convicciones y que se desvivía por ayudar a los demás. Fue repudiado por la CNT, que como siempre aconteció en su historia, trató de desvincularse de aquellos que trataban de realizar algo más, y que ellos no controlaban. En la prisión de Carabanchel, Agustín se sumó rápidamente a la lucha llevada por la C.O.P.E.L., participando activamente en todas las iniciativas encaminadas a conseguir las reivindicaciones que se exigían al Estado.
El clima que en esos momentos se vivía en Carabanchel, era de un auténtico caos. Sin luz, con todas las instalaciones destruidas, y encima con gritos nocturnos fruto de las palizas que los carceleros indiscriminadamente propinaban, con el beneplácito del entonces Director General Jesús Hadad Blanco. En aquellos momentos no existían distinciones entre los presos, conviviendo en un mismo espacio anarquistas, etarras, grapos, los denominados presos comunes, y menores de edad provenientes del reformatorio que estaba siendo transformado; y todos ellos, sin distinciones, se consideraban presos sociales.
Con ese panorama de fondo, muchos presos intentaron fugarse, de forma individual o colectivamente, bien a través de los muros o de túneles excavados.
El día 13 de marzo de 1978, sobre las 10 de la mañana, los funcionarios encontraron un túnel realizado desde el comedor de la 7ª galería. Estaba vacío y su frustración fue grande al no encontrar a ningún preso en su interior. Rápidamente se corrió la voz de que habían encontrado un butrón, uno más. El ambiente estaba tenso, se palpaba que algo iba a ocurrir. Me acuerdo de que ese día hacía sol, pero pronto vendrían las tinieblas y la oscuridad.
No pasaría mucho tiempo, vivido en una tensa calma, hasta que desde los altavoces del centro empezaron a nombrar con intervalos de unos 30 minutos a un total de siete presos. Sus nombres eran: Felipe Romero Tejedor, Pedro García Peña, Juan Antonio Gómez Tovar, Miguel Ángel Melero, José Luís de la Vega, Alfredo Casal Ortega y Agustín Rueda Sierra. Todos ellos fueron conducidos en un primer momento a Jefatura de Servicios y a continuación llevados a los sótanos de la primera galería, donde se encontraba la “perra chica”, lugar abovedado y circular que había sido utilizado para ejecutar con el garrote vil, y que tenía cerca tres celdas grandes con barrotes en lugar de puertas, que solo habían sido utilizadas por los que esperaban ser “ajusticiados” en tiempos aún recientes del franquismo.
Uno a uno fueron torturados y machacados con una saña propia de perros rabiosos. Los ejecutores de esas torturas fueron los carceleros Julián Marcos Mínguez, Hermenegildo Pérez, Nemesio López, Alberto de Lara José Luís Rufo, José Manuel Flores, José Luís Esteban y Alfredo Luís Mallo. Todos ellos actuaron bajo la supervisión directa del director de la prisión de Carabanchel Eduardo Cantos, del sub-director Antonio Rubio y del jefe de servicios Luís Lirón Robles, que también participaron en las torturas.
Las torturas que se realizan en las prisiones son aún más crueles y salvajes que las que se podían realizar en cuarteles y comisarías, ya que nadie iba a ver tu cuerpo, por lo que todo valía, no importando en que parte del cuerpo fuera. Cuando acabaron conmigo. Me llevaron a rastras hasta una de las tres celdas que mencioné anteriormente y me tiraron a su interior. Allí se encontraban dos compañeros torturados y tirados en el suelo, Miguel Ángel Melero y Agustín Rueda Sierra.
Agustín se encontraba bastante mal, y apenas se podía mover, siendo incapaz de levantarse. Estábamos todos doloridos y escuchábamos quejidos y lamentos provenientes de las otras dos celdas.
Recuerdo que pedimos a gritos que viniera un médico, pero no obteníamos respuesta. Agustín tenía todo el cuerpo negro de los golpes recibidos. En un momento dado, que yo creo calcular que se correspondía con las dos de la tarde, me empezó a decir que no sentía los pies. Le empecé a realizar masajes para intentar reactivar la circulación sanguínea, pero era inútil, ya que cada vez la insensibilidad iba en aumento y poco a poco dejó de sentir las piernas. Sobre las tres y media, de rodillas para bajo no sentía nada.
Fue el momento en que llegaron los dos médicos de la prisión, llamados Barrigow y Casas, que entraron en la celda y a los que expliqué los síntomas que padecíamos. Sacaron unas agujas largas y empezaron a clavárselas a Agustín en los pies. No había reacción. Fueron clavándoselas cada vez más arriba y cuando llegaron un poco más arriba de las rodillas dio muestras de sentir los pinchazos. De rodillas hacia abajo no sentía absolutamente nada. Los sanguinarios médicos se incorporaron y uno de ellos le dio una patada en las costillas a Agustín, diciéndole: “Eso es de la humedad del túnel”. Y como vinieron se fueron, dejándonos en las condiciones en que estábamos. Media hora más tarde nos tiraron, a través de los barrotes de la celda, como el que tira cacahuetes a los primates, unas pastillas para el dolor, abandonándonos a nuestra suerte. Agustín fue consciente durante todo ese tiempo de su real situación. En las horas que pasaron me dijo en varias ocasiones que sabía que se estaba muriendo. Tenía mucha sed, por lo que constantemente procuraba darle de beber en su boca y le mojaba los labios constantemente.
Estuvimos hablando varias horas. A pesar de la crítica situación tuvo la entereza y ánimo envidiable, digno de admiración, pero poco a poco se iba apagando su vida. Sobre las 8 de la tarde ya no sentía nada en la totalidad de las piernas, a pesar de los masajes desesperados que le apliqué. Sin asistencia se estaba muriendo. En ese momento nos trajeron unas naranjas por cena. Agustín chupó los gajos pelados que le dí, en un intento de aplacar la tremenda sed que sentía. Yo me daba cuenta de que su vida se estaba apagando y él era consciente de ello, me lo decía. La impotencia que sentíamos es inenarrable. Nuestra frustración era total. Sobre las 10 de la noche ya apenas podía articular palabra, sentía mucho frío, su mirada cada vez estaba más y más perdida.
A eso de las diez y media de esa norte, bajaron dos desconocidos acompañados de funcionarios carceleros, abrieron nuestra celda y pusieron a Agustín dentro de unas mantas y se lo llevaron a rastras, como si de un objeto se tratase. Nuestras protestas no sirvieron de nada. Sólo nos dio tiempo a apretarnos las manos. Ambos sabíamos que no nos volveríamos a ver. Jamás olvidaré ese momento.
Los acontecimientos que a continuación se sucedieron y el rumbo que tomaron, en ese momento nadie se los podía imaginar. Quedábamos seis torturados en tres celdas, y ya sabíamos quienes éramos a pesar de no poder vernos. No sabíamos cuál iba a ser nuestro destino. Pasamos la noche con dolores y con incertidumbre. No sucedió nada y no volvieron a pegarnos. En esos momentos no sabíamos los acontecimientos que estaban desarrollándose en el exterior, y que fueron los siguientes.
A Agustín le trasladaron hasta el hospital penitenciario de Carabanchel, que se encontraba dentro del recinto carcelario. Allí acabó de morir esa misma noche.
Mientras éramos torturados, un preso marroquí que trabajaba como ordenanza en la oficina del jefe de servicios y que se dio cuenta de lo que nos estaba sucediendo, en un descuido de los carceleros y desde el despacho de dirección, cogió el teléfono y llamó a mi abogado para decirle lo que el creía que estaba pasando. Lo pudo hacer porque pensaban que era un preso de confianza, lo que no sabían es que era un preso que trabajaba para la C.O.P.E.L., y que pudimos infiltrarle en la dirección del centro. Mi abogado Willy Ghul Navarro cuando tuvo conocimiento de lo que estaba sucediendo acudió al juzgado de guardia de Madrid, donde relató que creía que varios presos estaban siendo torturados dentro de la prisión de Carabanchel.
El juez que estaba de guardia se llamaba Luís Lerga, que escuchó al abogado. Unas horas más tarde el director de la prisión Eduardo Cantos llamó al juzgado de guardia, (mismo juez), y le comunicó que había muerto un preso en el hospital penitenciario. El juez acudió al hospital y vio a Agustín cadáver. Al preguntar qué había pasado, el director le contestó que se había caído por las escaleras. El juez se enfadó y le contestó que eso era imposible, que tenía todo el cuerpo negro, y eso sólo podía ser de una paliza grandísima, ya que eran visibles las marcas de las porras por todo el cuerpo. Entonces el director cambió la versión y le dijo que al intentar registrarle sacó un cuchillo e intentó matar a un funcionario y hubo que reducirle. Entonces el juez le dijo: «¿y dónde están los otros presos que ustedes han torturado?, quiero verlos inmediatamente».
En la mañana del día 14, el juez bajó a vernos a las celdas y vio nuestro estado. Nos comunicó que Agustín había fallecido, ordenó que nos hicieran un reconocimiento médico exhaustivo para enviar al juzgado, y nos prometió que en un plazo de 48 horas a todos aquellos que ordenaron y ejecutaron las torturas les enviaría a prisión.
Esa noche aún dormimos en esas celdas. Sobre las 11 de la noche empezarnos a oír voces lejanas y carreras de un lado a otro que anunciaba que algo iba a pasar. No nos equivocamos. Media hora más tarde apareció para visitarnos el director general de prisiones Jesús Haddad. Quiso hablarnos por separado, a lo que nos negarnos, por lo cual dio orden de juntarnos a los seis en la celda que Melero y yo ocupábamos. Nos quiso hacer creer que era ignorante de que las torturas eran práctica habitual entre sus subordinados carceleros. Nos quiso ofrecer a cambio de nuestro silencio lo que quisiéramos, (condicionales, permisos). Tan sólo le exigimos que nos sacaran de esas celdas y nos regresaran a nuestra galería junto a nuestros compañeros. A pesar de las reticencias del personal que le acompañaba, acabó accediendo. Por la mañana nos trasladaron a nuestra galería, la séptima.
Cinco días más tarde (los GRAPO) ajusticiaron al director general de prisiones, a tiros, cuando salía de su casa. Todos los torturadores ingresaron en prisión, como nos dijo el Juez. Allí estuvieron mientras el proceso estuvo en manos de ese juez de instrucción. Cuando el sumario pasó a la Audiencia para juzgamiento, el nuevo juez les puso en libertad. El juicio tardó en salir diez años.
Todos los torturadores y asesinos fueron condenados. En total 13 torturadores. Director, Subdirector, Jefe de servicios, ocho funcionarios y los dos médicos. Las penas fueron de los ocho a los doce años.
Espero que este breve relato de lo que pasó contribuya para recordar quién era v lo que pasó, para que AGUSTÍN RUEDA SIERRA esté siempre en nuestra memoria. La de él y la de todos aquellos que dieron su vida por luchar por la libertad. Hasta siempre AGUSTÍN.
FONT: NODO.ORG

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